Enrique de Ossó (1840-1896), nace en vinebre, provincia de Tarragona, un 16 de octubre de 1840. Su madre y su padre querían cosas muy distintas. Por parte de su mama quería que el fuera un sacerdote del señor, y su papa, comerciante.
A continuación leeremos los apuntes de las misericordias del señor.
No se sabe la fecha exacta que fue escrito, solo se sabe, que comprende los inicios de la vida de enrique, hasta que canto misa. Se conserva una transcripción autentificada que se entrega al Tribunal eclesiástico de Barcelona para el proceso Informativo (uno de los pasos de la canonización).
Misericordias Domini in aeternum catabo. Sortius sum animam.
Buenos padres, piadosa madre, santos abuelos. Mi madre quería que le leyese libros buenos; lo hacía y leyéndolos ("Exercici del Cristià") lloraba a veces a lágrima viva.
Era muy aficionado a cosas de Iglesia, ayudar a Misa, cantar en el coro sobre todo, pues mi buen maestro Francisco Freixa me enseñó solfeo, y aprendimos Misas y Rosarios.
Mi abuelo materno, Antonio Cervelló, era un santo, era el que dirigía siempre el Rosario de la Aurora, que hay gran devoción en mi pueblo y lo rezaba. Aún recuerdo su rostro apacible y de predestinado: calvo, de ojos molls, respetable anciano, muy parco en hablar, de una fe de Abraham; recuerdo que me contaba en la senia, huerto, debajo del parrado, la vida de San Antonio de Padua, su Santo, y por eso quiso que fuese mi segundo nombre en el Bautismo, pues su esposa fue mi madrina. Tenía la vida del Santo en el huerto, y contábame sus milagros, cómo predicó a los peces, el del Notario que fue santo, el de la mula hambrienta que adoró el Sacramento del Altar antes que fuese a comer, para confundir a los herejes, etc.
Nunca me gustó el vino. De pequeñito se me daba, y recuerdo que lo rehusé. Mi buena madre siempre me decía: "Fill meu, fes-te capellà. Quin goig em daries!". "No quiero", le decía. “¿Pues qué quieres ser?" Vull ser mestre". En la escuela fui siempre de los primeros. El maestro me quería mucho. No sé qué nunca me pegase o castigase.
Júnteme con jóvenes mayores y aquí empezó mucho mal para mi alma. Mis padres me enviaron a Quinto de Ebro a los doce años, sería, que allí había un hermano de mi padre (Juan de Ossó) que se dedicaba al comercio, y allí caí gravemente enfermo, y como sabía muy bien la doctrina, me veaticaron por primera vez. Yo apenas lo recordé después. Mi tío prometió visitar a la Virgen del Pilar y ofrecer una Misa y confesar y comulgar allí, si me ponía bueno, y la Virgen me dio la salud y cumplimos la promesa con gran alegría, dando gracias a la Virgen.
La Virgen me dio la salud para mi bien y yo la empleé mal. Volví a las andadas de malas compañías. ¡Oh, el mal que causan!, huyan todos de ellas más que de la peste y témanlas más que a los demonios, pues más daño hacen, como dice nuestra Santa Madre Teresa de Jesús
Mandáronme al comercio de Reus, al regresar bueno de cuerpo a mi casa, mis padres, para que siguiese la carrera de comercio, que mi hermano mayor Jaime había empezado ya, y uno a otro ayudarnos, pero a mí no me satisfacía. Estuve en Reus en casa de Pedro Ortal, casado con María Codina, que era el primer comerciante de allí. Tendría unos trece años. Vino el cólera del 54, y mi madre enfermó (Micaela) gravemente, y murió después de haber recibido todos los sacramentos con conocimiento y devoción. Creemos que estará en camino de gloria; padeció mucho y era muy buena. A mí me quería mucho, y más que a todos, sin duda por ser el más pequeño de los tres hijos que tuvo. Estuve presente a su muerte santa, y lloré mucho, porque mucho lo sentí verme privado de ella. Más a esto que parece desgracia debo tal vez mi dicha y mi suerte, porque luego me vino deseo de ser sacerdote lo que me decía mi buena madre (e. p. d.). Aunque creemos goza de Dios, ruego a los que esto lean la encomienden a Dios por si acaso tuviese algo que purgar; con esto harán favor a mí, pues se lo debo todo después de Dios.
Volví a Reus, pero no como antes. Mi familia se resistía que fuese sacerdote. Me confesaba en Reus así que podía, en la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, y resolví marcharme. Escribí cartas de despido y de consejos a mi padre y tíos, y el día que murió un hijo pequeñito de la casa, de mañanita abrí la puerta, y me marché. Mis primeros pasos, se dirigieron a visitar a la Virgen de la Misericordia en su capilla. Oré allí, le pedí su bendición y me fui lejos, cargado de unos pequeños libros, sin dinero, a pie; quería ser ermitaño, retirándome a la soledad, y dirigí mis pasos a Montserrat a pie; subí la cuesta de Collbató. Qué sed tan grande tenía. Tenté a Dios.
Llegué a Montserrat, me confesé generalmente, pedí ser admitido como criado de la Virgen allí. Me admitieron, pasé dos o tres días confesándome, y por mis males un día al salir de la iglesia, en la plaza donde hay ahora los árboles, hallé a mi hermano Jaime que me buscaba, pues toda la familia estaban consternados al saber mi desaparición misteriosa, de la que nadie les sabía dar razón.
Hasta a un celoso sacerdote de Reus quería hacer cargos a la justicia por considerarlo cómplice o culpable de mi marcha.
Volví a mi casa y entonces dije que quería estudiar para ser misionero e ir a convertir infieles, y el año 54 empecé gramática en Tortosa, en casa del Domine Prades, y pupilo en casa de Mosén Ramón Alabart, sacerdote celoso y amigo de la familia, que subió a Vinebre para concertar mis estudios con mi familia, y sondear mi ánimo. Recuerdo ahora que una tía (María), muy buena, me decía muchas veces: no vayas a convertir infieles; bastantes hay aquí; conviértenos a nosotros.
Diéronme por confesor al sabio y celoso cura de la Catedral, Gabriel Duch, y con él me confesé muy bien. Hacía algunas penitencias; pocas podían y me confesaba a menudo.
Estudié con ahínco y saqué buenas notas y era de los primeros en los cursos, muy amado de los Catedráticos. Después, Domine Sena, muy devoto de Santa Teresa de Jesús, y él empezó sin duda a despertar la devoción a la Santa. Nos contaba del tío Pedro, el par de huevos que le dio Santa Teresa de Jesús al ir a emprender un viaje, y lo bueno que debía ser y muchas de sus gracias y doctrina. Mi tía (María) me dio las obras de la Santa que había publicado la Librería Religiosa, porque decía que ella no las entendía. Pero lo que más despertó mi devoción a la Santa fueron los viajes que hice a Benicasim, por conocer a unos tíos viejecitos, tía Rafaela y Justo (e.p.d.) los cuales, por ser personas principales de aquel lugar, tenían una hermosa casa de campo, y comunicaban con los frailes Carmelitas del Desierto de las Palmas, y con el Prior. Tenía muchos libros de la Santa, la Vida Meditada, sobre todo, y leyendo me vino más deseo de subir al Desierto. Subí allí y estuve algunos días, hasta que después casi todos los años iba a pasar vacaciones entre la casa de los tíos y el Desierto, pero más en el Desierto, donde a veces estaba más de un mes, y hasta dos meses. La vista de Ermitas en especial la de Santa Teresa que es tan hermosa por su Transverberación, me encantaba, enamoraba y extasiaba. ¡Cuántas veces la hubiera robado a no ser pecado! Los frailes me dejaban la llave, y yo me iba solo y me estaba lo más que podía, y repetía a vista de tan encantadora imagen: Cuán hermosa eres, amada mía, cuán hermosa eres, y hacía versos que me ponían mucha devoción.
Cantaba en el coro con los monjes las Misas, salves y rezos y ayudaba las Misas que podía.
Hice una confesión general con el P. Mariano, y me holgaba mucho con las conversaciones espirituales de los PP. Manuel y José Marco, y otro P. José el pequeño, que se decía él mismo hijo de cabra, porque saltaba mucho, que había (decía) sido criado con leche de cabra. Comía en refectorio con los frailes y de su misma comida, e iba al recreo después de comer, y a paseo por las tardes con ellos.
Dolíame de que en nuestra Diócesis no hubiese ningún convento de Monjas Carmelitas, y quería hacer uno, y no sabía cómo, y le pedía mucho al Señor y a la Santa y después se hizo como diré.
Repetía casi todos los años siendo estudiante dicha visita, que me gustaba más que ir a la casa de mis padres, que era muerta mi madre, y tanto, que la Revolución de septiembre de 1868 me halló en dicho Desierto, 29 de septiembre, y de allí me bajé a Castellón y Villarreal, y regresé como pude a Tortosa y a mi casa, pues se cerró el Seminario aquel año.
En las vacaciones en mi casa, mis entretenimientos eran ir a cazar (con M. Juan Feliu) trabajar de carpintería en casa, o casa Francisco Fusti, y después de comer reunía en mi casa un día los niños y otro las niñas y les enseñaba la doctrina cristiana y cosas santas, oraciones, ejemplos, etc., pero podía poco, porque a veces el ruido que hacían, y no se podía evitar, molestaba a mi buen padre, que era la hora de la siesta.
El año 60 fui a Barcelona a estudiar Física en el Seminario, a ruegos de mi hermano y familia, que querían que luciese, y estudié con el célebre Dr. Arbós, que me quería mucho y me hizo pasante dos o tres meses que él tuvo que ausentarse, por instalar su gas en Villafranca. Estuve en casa de mi hermano. Volví a estudiar Teología a Tortosa (dos años) y como me instaban la familia volviese a Barcelona exigí el ser interno, y estuve allí tres años colegial tuve (gran dicha) de Rectores los PP. Costa y Medina, Catedráticos, y confesor el P. Forn. Trabé amistad con P. Martorell, Sardá y Matas, etc., que ayudó mucho a los designios de Dios ulteriores.
Me ordené de menores y subdiaconado en Barcelona con el Sr. Obispo Montserrat (de Maella) que me amó mucho y tuve la dicha de hacer Ejercicios con el P. Claret (casa de Gracia) confesarme con él y resolver que sí era voluntad de Dios ser yo sacerdote, con gran gozo y paz, sin que me haya venido nunca tentación, por la misericordia de Dios, contra mi vocación.
El Obispo de Tortosa, Vilamitjana, me llamó allá, para ordenarme de diácono y presbítero, y confirmarme la clase de Física y Matemáticas (primero).
Me ordené de presbítero por san Mateo, 1867, y estaba resuelto cantar misa el día de Santa Teresa de Jesús por devoción a la Santa, y (por) mi madrina, Teresa Serra, más pareciéndole al Sr. Obispo demasiados días, lo hicimos el día de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, en Montserrat, que aquel año cayó en 6 de octubre.
Vinieron mi padre (padrino) y mi cuñada (madrina) y hermanos y todos mis tíos y parentela, más de 40. Fui a Manresa a la Cueva, a buscar a mi íntimo amigo P. Martorell para predicar, pues lo teníamos concertado desde estudiantes en el Seminario, y predicó un bellísimo sermón (que conservo) que dejó a todos encantados. Dios se lo pague y descanse en paz tan buen amigo.
Aquí finalizan los apuntes de las misericordias del señor.
Enrique de Ossó da clases de matemáticas y Física, y no le impide dedicarse con ardor a la catequesis, En 1871 organiza una escuela metódica de catecismo, en doce Iglesias de Tortosa, y escribe una guía practica para los catequistas. Desde este libro inicia su carrera como escritor, y se convierte en un sacerdote muy conocido en España. Su gran fervor por devoción entusiasta por Santa Teresa de Ávila, La vida y doctrina de la Santa. En ese mismo año publica el seminario, El amigo del pueblo, y al siguiente año es suprimido.
En 1872 publica la Revista mensual Santa Teresa de Jesús, que durante 24 años fue en la que el Santo expuso la verdadera doctrina católica, difundió las enseñanzas de Pío IX y León XIII, enseñó el arte de la oración, propagó el amor a Santa Teresa de Ávila e informó de manera actualizada sobre la vida de la Iglesia en España y en el mundo. En 1873 funda la Asociación de Hijas de María Inmaculada y Santa Teresa de Jesús. 3 años más tarde inaugura el Rebañito del Niño Jesús. Estos grupos tienen un objetivo que es promover una intensa vida espiritual, unida al apostolado en el propio ambiente. El Movimiento Teresiano de Apostolado (MTA) recoge en la actualidad el carisma teresiano de nuestro Santo para hacer de los niños, jóvenes y adultos cristianos comprometidos mediante la oración y el apostolado.
En 1874 publica "El cuarto de hora de oración", libro que hasta la actualidad tiene más de 50 ediciones. En 1884 publica, un Catecismo sobre la masonería fundado en la doctrina del Papa. En 1891 ofreció lo esencial de la Rerum Novarum en un Catecismo de los obreros y de los ricos. Su obra más grande fue la Congregación de las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Que se extendió por diversas partes del mundo.
Muere un 27 de enero de 1896 en Gilet - Valencia, en el convento de los Padres Franciscanos, donde se había retirado para orar en soledad. Antes de morir escribe unas páginas que tratan acerca de la acción de la gracia del Espíritu Santo en la vida de los cristianos dóciles a su amor.
La vida de San Enrique de Osso, es la prueba máxima de su fidelidad de moción al Espíritu Santo. Fue un Apóstol, que dio su vida entera a Dios, a la Iglesia, y se enamora de la vida fe Santa Teresa de Jesús. Nos enseña el verdadero amor a cristo.